Apostasía en Tucumán: una crónica (Parte 1)

Génesis de una apostasía

A principios de este año, durante los primeros días de enero, comencé a pensar en hacer la apostasía. Ya desde antes me cuestionaba eso de respetar a rajatabla lo que el catolicismo te infunde, cosas como la culpa cuando sos niño. Después fui poco a poco dejando de ser practicante y eso hizo que me cuestionara ciertos puntos de vista con los que había crecido. Comencé a replantearme qué era lo que yo creía realmente. Al mismo tiempo, comencé a conocer gente que no estaba en la sintonía del catolicismo. Pasé a entender que el agnosticismo era en realidad una manera mucho más representativa de mis creencias en ese momento. Como católico iniciado desde el bautismo, definirme como agnóstico fue algo bastante trascendental para mí.

Ese camino fue acompañado de comprender que era gay, de vivirlo un poco más relajado. Pero luego una situación problemática con una expareja y su familia lo cambió todo de nuevo. Ellos tenían una moral súper castrense, anti LGTB, antiderechos. Ellos no nos daban la posibilidad de tener una relación de pareja tranquila, de poder planificar. Comencé a entender en ese momento hasta dónde el pensamiento religioso puede hacer infelices a otros, incluso a ellos mismo, porque tampoco la pasaban bien. Nuestra relación se fue marchitando y yo sentí que esa contienda, esa batalla moral, fue diezmada. Mi pareja decidió cortar la relación, reprimirse y meterse al seminario. Eso fue para él un retroceso enorme en cuanto a ideas y formas de entender nuestra sexualidad, nuestra vida, el amor por sí mismo. En ese momento sentí como si hubiera perdido a alguien en una batalla.

A partir de eso comencé a pensar qué significaba realmente la institución Iglesia, y a su vez la religión en mi mente, en mi vida. Fue hace poco tiempo, después de pasar por muchos cambios, que decidir ir cerrando etapas. Todo eso que me pasó hizo que desembocara en una manera mucho más atea de definir mis creencias… o de sentirme así, directamente. Entonces tomé la decisión de continuar ese proceso pero ya no por una negación de la fe, sino de una manera mucho más positiva: como una afirmación del ateísmo y la decisión de apostatar como algo que lo cristalice.

Consultando por el trámite

Ya venía litigando la idea de la apostasía, pero necesitaba un pequeño empujón moral más en mis ideas como para decidirme a hacerlo. Comencé a averiguar sobre cómo apostatar, porque al principio no sabía a quién tenía que dirigirme, cómo o qué se tenía que presentar. En la página del Arzobispado no te dicen cómo apostatar, así que tenés que buscar por otros lados. Comencé a buscar en internet, a hablar con amigos y gente que ya lo hizo. De a poco fui enterándome cómo era el procedimiento, quiénes te recibían el trámite y las “postas” para poderlo tener más o menos rápido.

A principios de este año, por la pandemia, en otras provincias habilitaron el trámite online de la Apostasía. Decidí escribirle un mail al Arzobispado de Tucumán para consultar. Pasó una semana y no me respondieron, así que los llamé por teléfono. Me atendió una doña y cuando le conté de la Apostasía peor se puso. Le consulté por el trámite virtual y me respondió un poco enojada que en Tucumán era personal. Me dijo que “ese tipo de abandono de fe es algo muy serio y tenés que venir en persona y pensarlo bien antes de hacerlo”. No sé qué la habrá hecho suponer que no lo tenía bien pensado.

Decidí ignorar eso y le consulté la documentación que tenía que llevar. Recién ahí comenzó a indagarme para qué lo quería, sin responder mi pregunta, dándome una santa vuelta. Cuando le insistí de mala gana me dijo “el certificado de bautismo, de comunión y de confirmación y bueno, fijate qué más podés traer”. Yo sabía que su respuesta no era seria, que nada de eso hacía falta. Pero me daba cuenta de que la señora, frustrada, intentaba hacérmelo ver como algo engorroso para que desista. Terminé acelerando el fin de la comunicación y a regañadientes me dijo que en enero no estaban haciendo la apostasía, que recién en febrero. “Nos vemos entonces en febrero,” le dije, y me colgó.

Preparando los papeles para la apostasía

Decidí comenzar la búsqueda de mi certificado de bautismo porque no lo tenía. Esto en teoría no era necesario para solicitar la apostasía, pero leí que si no lo tenés puede ser una excusa para demorar el trámite. Conseguirlo fue todo un tema porque sólo lo podés sacar en la capilla en la que te bautizaste, presencialmente y en horarios de atención incómodos. Además, tenés que darles tu nombre, fecha de nacimiento, el nombre de tu madrina y padrino, y hacer “una contribución voluntaria” por ese papel. Como la atención coincidía con mi horario de trabajo, tuve que mandar a una persona que lo haga por mí. Fue algo un poco engorroso.

Certificado de bautismo
Certificado de Bautismo – Tucumán (ilustración)

Cuando ya tenés el certificado de bautismo, todo es más sencillo. El resto de los papeles no son muchos en realidad. Te piden una fotocopia DNI y una carta aclarando tus motivos para el “abandono de fe”. Hay muchos modelos de cartas para apostatar que las podés descargar, como por ejemplo el de www.apostasía.com.ar. En mi caso, la señora me pidió que específicamente diga “abandono de fe”, algo que me pareció un poquito manipulador, pero se lo cedí.

El día de la presentación

Cuando fui al Arzobispado a hacer entrega de mi solicitud de apostasía fue bastante extraño. Si bien ya tenía todo listo, sabía lo que tenía que decir y presentar, no sabía cómo tenía que ir vestido. Es ingenioso y raro como uno piensa que tiene que ir vestido para ir a hacer eso. Yo opté por el clásico negro, porque también es un corte bastante limpio para el catolicismo. Me fui temprano, casi en ayunas. Cuando me atienden entro a un lugar bastante limpio, pulcro, super cargado de religiosidad en todos sus ambientes. También muy aristocrático, mobiliario del siglo XIX muy cuidado, pulido hasta el último centímetro.

Al trámite me lo recibe una portera y luego me llama desde un cuarto la secretaria, o la encargada de ese tipo de trámites. Cuando entro ella pega una mirada de un tono despectivo, como diciendo “¿Qué querés? ¿Qué haces acá?” y le digo que necesitaba dejar el trámite de mi apostasía. Ella me responde que no hacía falta hacer nada, porque “cuando uno abandona la fe no necesita hacer tipo de trámite”. Era curioso que me diga eso, porque con el mismo criterio podríamos decir que tampoco hace falta el bautismo para abrazar la fe. Sin ánimos de pelear, con buena voluntad le explicó pacientemente por qué lo quería hacer, que era algo que yo deseaba para mi vida.

Carta para apostatar
Carta para apostatar (ilustración)

Después de un rato, me dice “Bueno, yo te lo acepto porque aquí somos abiertos”. Sinceramente, no parecía muy convencida de lo que acababa de decir. Comenzó a revisar los papeles, continuó leyendo toda la carta de solicitud que había adjuntado y mientras iba leyendo tiraba onomatopeyas como como “Ah…”, “Mmm…”, “Ajá…”. Movía la cara a los costados como desaprobando o queriéndome transmitir que algo estaba mal o hacerme dudar de la documentación. Le dije que ella misma me había asesorado por teléfono, porque le reconocí la voz, pero sin mirarme me lo negó casi como si no importara. Al último pegó un suspiro como de hartazgo, y puso un sello en los papeles. Me hizo firmar una de las copias y poner mis poner mis datos para que se comunicaran conmigo nuevamente.

Cuando terminó, le pregunté cómo seguía el trámite. Ella me miró fijo y me dijo con un tono extraño “Seguro que tu gente, tu comunidad, ya te explico cómo es esto”. La miré sin entender, le insistí y me dijo que ellos me iban a llamar cuando esté, que el trámite por “abandono de fé” demoraba alrededor de un mes. Me adelantó que cuando me llamaran iban a programar una entrevista antes de finalizar el trámite.

Tu gente, tu comunidad

Me dejó pensando con eso de tu gente, tu comunidad. Me lo dijo como dándome a entender que no lo hacía por mí mismo, como diciéndome “tu comunidad te obliga a hacer esto”. El catolicismo trabaja con la idea de que no pensás por vos mismo. Cuando disentís es porque en realidad es otro el que te domina: es la lujuria, es el cuerpo, es el diablo. Tener pensamiento propio va en contra de lo que ellos dicen y por lo tanto es como cometer una especie de pecado, estar haciendo algo mal. Creo que esa era su idea de lo que estaba pasando, que yo estaba haciendo algo que alguien más me metió en la cabeza. “Tu gente, tu comunidad”, esa a la que ella dice que yo pertenezco. Pienso que la señora estaba viendo un poquito la paja en el ojo ajeno.

Después de todo ese trajín, confirmé que tranquilamente la admisión del trámite podría ser online. El objetivo de esa presencialidad obligatoria no es una necesidad, es sólo poner un obstáculo más, demorarte, hacerte sentir incómodo. Es también una oportunidad para presionarte en un espacio en el que ellos tienen completo poder. Pero nada de eso funciona, porque quien quiere hacer una apostasía seguramente ha tenido muchos años para pensarlo. Y además, porque estamos en medio de una pandemia…

Me fui de ese lugar, en el que no había ni una partícula de polvo, casi como si me hubiera confesado. Tuve la misma sensación de cuando era chico y salía de la capilla. Sentí como que entré sucio y salí limpio, muy místico todo y muy extraño.

PARTE 2

Si querés iniciar tu trámite de apostasía en Tucumán, aquí tenés toda la información que necesitás para hacerlo:

Más en Blog & Revista