Caminar por los barrios es una cosa. En cambio, recorrerlos volando define mucho más, en este caso, la deformación en el contar. Y en El libro de Lute, ¿qué se cuenta? Cuatro historias. En la primera hay un grupo de vecinos siendo testigos de un choque de moto. En la segunda hay alguien que sale de una pesadilla para encontrarse con un golpe de suerte que cambia su vida. Después viene otra de un chico que sale al balcón y observa con nostalgia el paso del tiempo en el paisaje de su barrio. Y, por último, una sobre un músico desaparecido que asombra a todos con su regreso. No todas son contadas, algunas son observadas, soñadas, recordadas, testimoniadas. Y no solo comparten escenarios barriales, también comparten los ojos por los que son miradas. Esto da pie a una quinta historia: la corta vida de una observadora volátil. Para ella y para lxs lectores, todo aquí es más grande y, además, todo es comienzo e irresolución. Porque este libro parece siempre estar comenzando. Lautaro Medina construye una artesanía muy singular a partir de retazos que son sus propias narraciones recicladas. El entretenimiento aquí pierde valor frente a la incomodidad -tan nutritiva- que ofrece el exceso de detalles y la variedad de tonos y registros. La de Lute es una escritura para tocar y mirar lo que se siente al hacerlo. Su apuesta procedimental desafía modos conocidos de atender, para invitarnos a no leer el libro, sino a interactuar con él y así poder crear dentro suyo un camino imaginativo propio. Fabricio Jiménez Osorio