Son muy distintas las dos historias que vienen en este libro, pero tienen algo en común: cuando las cosas se complican es a fondo y de forma desmesuradamente gráfica. En Medusa aparecen unos amigos jujeños que inician en Tucumán una vida universitaria. La suerte no es la misma para los dos: el que cuenta los hechos es el sobreviviente. Con la llegada de Cyntia, una vecina que vive de joda, la historia se quiebra y es un viaje de ida (para mal). Aunque es breve la fantasía que parecen vivir, es muy dura y repentina la vuelta a la realidad de todos los personajes. El siguiente y último cuento, La visita, se abre en una escena con Ivana y Silvia, madre e hija, que tiene lugar en la cocina de una casa en El Cadillal. Hay aquí una cotidianidad llena de quehaceres domésticos y entrecruzamiento de ideas opuestas. Todo trazado con una prosa directa, descriptiva y ocupada en poner todo lo que sea posible en contexto. También hay una trampa: el típico diálogo de telenovela, semi acelerado, donde Ivana y Silvia parecen no conversar realmente entre ellas, sino estar sometidas a tener que demostrar a un público quiénes son. En ese punto, Luciano acaba por romper esa cotidianidad para introducir un misterio al mejor estilo lovecraftiano, que se va volviendo monstruoso a medida que crece. A esta altura, todos sabemos que Luciano Mónaco es el artista detrás de Churrichimi. De cualquier forma, si se llega a su historieta a través de sus cuentos o al revés, siempre va a reinar el desconcierto, lo inquietante, la risa mezclada con el horror, la simplicidad con la exageración… y algún ingrediente secreto en la fórmula, que solo puede ofrecer una obra adictiva como resultado. Fabricio Jiménez Osorio