(…)
Sexo gauchesco
Pasando un paraje de la ruta 38, Fabricio Jiménez Osorio creó un pueblo lleno de gauchos que aman y gozan (en espíritu y cuerpo) sin pensar en las ataduras de la heteronorma. El recóndito lugar se llama “Querida ilusión” y es donde transcurren los encuentros entre Lucas y Simón, embebidos por un folclore inclusivo y el paganismo.
Ajá, ¿y lo sexual?Digamos que figura en cualquier parte, desde lluvias doradas o felaciones milagrosas a danzas que desnudan con los ojos (y manos). En síntesis, una historia homoerótica que rompe estructuras y deja temblando a quien se anime.
Al hablar de inspiración, Jiménez Osorio asegura que “nace -un poco- del placer postorgasmo de decirle a alguien, exhausto, entre jadeos, ‘hicimos un bebé, me parece’”.
El escritor le adjudica a la literatura del deseo distintivos propios. “Al tono erótico lo pienso muy arraigado a la oralidad dentro de las conversaciones entre íntimos amigos gays, sobre todo en fiestas y pasados por tragos. Y cuando no, lo asocio a cierta TV o radio de 2000, subidita de tono, buscadora de la complicidad y el escándalo. En cualquier caso, se da en un escenario que tiene espectacularidad. Y yo, más que pensarlo como género o tendencia, siento que atraviesa toda mi oralidad y escritura. Mi apuesta estética viene siendo que vayan de la mano esas dos cosas”, detalla el director de Gato Gordo Ediciones.
Además, el autor es padre (¿por qué no seguir jugando con las palabras?) de una colección de seis cuentos: “Mi caja vacía”, “Medio americano”, “Un bóxer como el mío”, “El anotador”, “Música porque sí” y “Los amigos del futuro”. Los textos están prontos a ser publicados en un solo volumen por la editorial La Cascotiada.
Solo fluir
¿Cuál es el secreto? “La literatura es la que más te delira y lleva lejos, como un viaje o un shock. Para mí lo más importante es olvidarse de la aplicación de fórmulas para conseguir algo. Eso es difícil porque es una tentación que puja. Si me aferro a la convicción de que para hacerlo bien tengo que apelar a una descripción pulida, voy hacia ahí y quizás descuide otros aspectos, como el clima o la voz”, asegura.
Eso lleva a que su libre albedrío prime. “Creo que hay que olvidarse de querer construir un efecto y hacer, en su lugar, una experiencia de entrega con la escritura, porque si no esta no se dispara. Y uno no aprende nada de lo que tiene para dar en cuanto a formas y contenidos”, reflexiona Jiménez Osorio.
El mismo esquema cuenta para las palabras sucias. “Lo que pasa con ‘Querida ilusión’ es que tiene una apuesta casi desbocada por exagerar de manera explícita las prácticas sexuales no hetero. Me cebé, quería vivir eso. La había escrito especialmente para una editorial porno gay, entonces me disparé fuerte en esa dirección, aunque después me arrepentí y decidí no mandarla ahí. Cada libro que hago tiene su mundo y su historia detrás de la historia”, aclara.
(…)