La que se escapó a Buenos Aires por amor y terminó militando en el ERP junto a su novia. La niña católica, la adolescente petardera, la técnica electromecánica, la sindicalista, la poeta, la cineasta, la directora de teatro, la performer transgresora, la gestora cultural que desde hace décadas es la guardiana de La Sodería; uno de los grandes bastiones del under tucumano ¿Cuántas vidas en una sola vida? ¿Cuántas Teres habitan en la Tere Guardia?
¿Cómo abordar a una de las figuras más eclécticas y esenciales de la cultura local? ¿Cómo contar las derivas de esa molotov histórica y hacerle justicia? Son algunas de las cuestiones que acecharon a Patricio Dezalot a la hora de encarar la biografía “Archipiélagos del deseo. Una vida de Tere Guardia”. Para salir de semejante encrucijada, el escritor optó por esquivar la inculiabilidad del academicismo histórico y la pasmosa solemnidad del archivo y encaró por los fascinantes caminos del deseo prolífico, multiforme y voluptuoso que el personaje encarna. El resultado fue el libro editado por La Cascotiada que se presentará este sábado 16 de noviembre en La Sodería (Juan José Posse 1141) desde las 20 en una fiesta que promete abrir un portal hacia otra dimensión.
Antes de la presentación del libro, de la fiesta de esta noche y del merecido tributo a la constelación que condensa Tere Guardia, Patricio habló con eltucumano.com y contó los detalles de esta seductora biografía que retrata una parte esencial del arte y la cultura de la provincia.
-¿Cómo surgió la idea del libro?
La prehistoria fue una protesta de Tere en mi Facebook: “¿Y para cuándo las mujeres gay?”. Habíamos publicado “Hagiografía de nuestras santas” un especial para la revista La Cascotiada, que hasta ese entonces era un pequeño medio y archivo. El artículo tenía minibiografías de maricones tucumanos, eso fue en el 2016 o 2017 En ese entonces yo le pasé la papa caliente a Camilo Figueroa y Ruth Isa para que entrevistaran a Tere… y así fue.
Éramos pequeños, encendíamos una grabadora y decíamos “¿Y cuándo saliste del closet?”, “¿Te discriminaron por ser torta?”, “¿Y dónde se juntaban las lesbianas?”, eran malísimas las preguntas. Con algunas personas más jóvenes funcionaban, pero con los más viejos no. Como que no te querían responder mucho, o no se les encendían los recuerdos, más bien. En esa primera entrevista Tere quedó un poco abroquelada, pero había algo muy chispa, muy vivo.
Cuando en 2019 nos juntamos con Mariana Salvatore (a la que cariñosamente le decimos “Simona”) y decidimos que La Cascotiada pasaría a ser una editorial, al libro lo pensamos como parte de esa fantasía inicial de catálogo. Con ella le hicimos dos entrevistas más a Tere que fueron bien largas, y se nos abrió todo un nuevo mundo del arte y la cultura tucumana. Ahí la lesbianitud de Tere era algo importante y decisivo, pero sólo como un ingrediente más en esa molotov histórica que son ella y La Sodería.
-¿Cómo fue el proceso de investigación y escritura?
Cuando terminamos de transcribir todo, armamos un volumen que era inmenso. La idea era publicarlo como entrevistas, pero por muchos temas era medio inviable. Así que con el encierro de 2020 comencé a hacer un trabajo lento de fichaje con los datos, como primer paso para armar una biografía más tradicional… que también descarté muy rápido. A mí me gustaban las autobiografías de Moria Casán, Fernando Peña, la Negra Vernacci o Silvia Süller… Por lo general, muchos libros así son hechos por escritores fantasma que arman esas historias como si fueran autobiografías, aunque son más bien una ficción de autobiografía.
Arrancó como un juego de imitación y comencé a ver a Tere como un personaje. En medio de un proceso de reescritura, composición y edición… Terminé armando un pequeño manual de cómo hablar teresitamente y usándolo de guía. Muchos amigos escuchan a Tere cuando lo leen. No se dieron cuenta de las puntadas, así que creo que quedó muy bien.
-¿Por qué la Tere Guardia? ¿Qué te atrajo de su personalidad y de su historia?
Hace un par de años, en la esquina de Entre Ríos y Las Piedras habían hecho un grafiti que decía “El gay es gorila, el puto es peronista” y un amigo le agregó “¡Y la marica es lesbiana!”. Fue un chascarrillo, diría Tere, por el que alguno se nos ofendió. Pero lo que mostraba era que hay maricones criados entre lesbianas, porque nos abrazaron ellas y sus comunidades. Es como cuando decís que sos católico de familia católica, pero no profesás. Tiene que ver con una cosa más de tribu y creo que el flechazo con Tere vino por ese lado, fue algo más familiar.
Nos conocimos hace diez años. Nuestro primer proyecto juntos fue La Degenerada, un festival de arte y cultura “LGTB” que hicimos en La Sodería. Al lugar lo recomendó Ana Hynes, nos lo presentó como “un espacio muy noble”. Lo decía no sólo por los veinte años (en ese entonces) que tenía la sala, sino también porque la gestionaban tres tortas. ¿Cuál fue el caudal de todo eso? ¿Qué lleva a una lesbiana ex erpiana a terminar haciendo teatro? ¿Vivir para un espacio cultural independiente en Villa 9 de Julio y siendo una figura tan querida como aguerrida en el movimiento teatral tucumano? ¿Y gestando y consiguiendo una ley provincial? Fue enorme el magnetismo.
-¿Cuál es el mayor desafío a la hora de contar una vida como la de Tere? ¿Qué hay de biográfico y documental y qué de ficción en el libro?
Lo más difícil es decidir qué Tere querés contar, y yo no lo pude hacer, así que me llevó cinco años. En el libro está la niña católica que ama caminar por la tapia, la adolescente petardera, la poeta romántica, la Carmen guerrillera, la directora de teatro, la técnica electromecánica, la activista teatral, la sindicalista metalúrgica, la gestora cultural, la marroquinera, la trolo performer, la cineasta en Súper 8… Es medio una fiesta con todas las Teres, con sus amores, con sus amigos.
También me puse un poco a mí mismo en esa ficción. El libro tiene notas al pie que son largas y tienen la voz de un historiador… Es un trolo harto, odiado con Buenos Aires y ocultando todo rastro de hombres heterosexuales, sólo nombrando mujeres artistas. Eso va acompañando el relato de Tere para acercarlo a la historia tucumana, así que en ese sentido es bastante documental. Hace dos años, a través de Fabricio Jiménez Osorio, conocí el trabajo de Vivi Tellas, una teatrista del biodrama, que toma un testimonio y rastrea lo más teatral para componer una obra. Es un poco lo que terminé haciendo en el libro: una “ficción de grado bajo”, donde lo ficcional está más en el cómo se lo cuenta y se lo muestra, que en el qué se está contando.
-¿Qué anécdota fue la que más te impactó? ¿Qué aprendizaje te dejó la escritura del libro?
Capaz que la anécdota de escaparse a Buenos Aires por amor y terminar siendo parte del ERP junto a su novia. O también las que tiene con sus amigos gays, ametrallados por el sida y otros asesinos, pero viviendo siempre intensamente… Ocupar una casa en ruinas para ensayar y que 30 años después sea patrimonio del teatro independiente tucumano…. Incitar a un grupo de clowns para ayudar a meter un proyecto de Ley en la legislatura. O la de un funcionario fascista de placar metiéndole una falsa denuncia para perseguirla… Creo que de cada Tere hay una.
Por ahí lo que más me quedó es su lupa y una que otra dinamita. Me siento cargado y más aguerrido desde que terminé el libro. Abrazo mucho la idea suya de que al arte y la historia son siempre un puente para que puedan pasar otros. Que si sacamos el arte Tucumán es invivible, es sólo un basural. También de que hablar mal y equivocarte es mil veces mejor que no decir nada. Que es mucho más importante lo que te vas a encontrar que lo que fuiste a buscar. Y que, si te estás ahogando, tenés que sacar las branquias, porque el deseo es movimiento, es siempre seguir adelante.
-¿Cuál es la importancia de un libro como este en el contexto político actual?
Cuando comenzamos a hacer las entrevistas con el Archivo, una compañera que detestaba Tucumán y que había estado planeando vivir en Japón desde siempre, se dio cuenta que ya no quería irse. Creo que todo lo que te lleve a reconocerte en la historia de un lugar, aunque sea reconocerte espiritualmente, te enciende ese deseo de permanecer. Te dan ganas de hacer de ese lugar del que sos parte algo más habitable, cultivar tu amor.
La gente joven tiene la fantasía de que Tucumán hace 50 años era una triste aldea heterosexual, pero esto era algo más parecido una metrópolis gay muy rica. Nos destruyeron con dos invasiones militares desde Buenos Aires, una en el ‘68 y otra en el ’75, para quebrar nuestra economía y someternos a la Capital. Por eso el tucumano siempre anda mirando hacia el Puerto, adictos a la mosca que vuela en Buenos Aires hasta el día de hoy. Gran parte de eso está documentado, pero me parece que la Universidad tucumana tiene poca habilidad para sacar el conocimiento de las cátedras.
El lenguaje académico hace que los calzones se te vuelvan de acero, se vuelve inculiable la historia. Hay mínima capacidad de seducción y estima por la historia. La gente tucumana que lo hacía genial lamentablemente ya se murió hace tiempo y el recambio no ha sido nada bueno. Sin ir más lejos, una animalita del océano académico me dijo hace unos meses atrás: “¡Cómo te gusta hablar de gente muerta!”… y ella es seguramente candidata a futura directora de una editorial institucional, así que no parece pintar mejor. La “seriedad” y la solemnidad trucha de los cosplayers de funcionarios y catedráticos tucumanos elitistas han generado distancia y odio hacia la provincia. Por suerte buena parte de del “sector independiente” andamos entrenándonos en este burlesque del contar y mostrar. Y no para convencer, sino para contagiar.
Lanzamiento, música y fiesta
“Con tantos monumentos amorosos del arte y la cultura tucumana sobre ese espacio histórico que es La Sodería… seguramente vamos a abrir un portal a otra dimensión”, adelanta Patricio Dezalot lo que se vivirá este sábado desde las 20 en esa casona de Juan José Posse 1141 que fue y continúa siendo el epicentro de la movida contracultural de la provincia.
“Va a estar la Tere, Fer Córdoba y Jesika Migliori, que son hoy el equipo de La Sodería, y también Marina Rosenzvaig que nos dio una gran mano con la organización. Vienen a compartir palabras la Vero Pérez Luna, Eli Cárdenas, Ricardo Gutiérrez. Y a leer fragmentos del libro Guille Katz, Luciana García Barraza, Milagro Mariona y David Cabral. Fabricio Jiménez Osorio y la Patxi Salas van a armar la fiesta antes y después de las 23. Todo el evento va a estar conducido por Ana Hynes, como el viejo loco Antonio Tríos. Queremos que sea una noche para recordar”, invitó el escritor al evento que contará con lecturas, micrófono abierto y proyección de fotos de archivo.