Cuando salgo a la calle y levanto la mano para pedir un taxi, siempre quiero que sea mujer, cosa que rara vez sucede. En la literatura, Sol Osorio me cumple ese deseo. Hace posible viajar con una mujer que ya no encarna el típico “taxista viejo y chantún”.
Transitar Buenos Aires en “En el taxi” se vuelve una reparación histórica y personal. El oficio de taxista se muestra fuera de lógicas heteronormadas, lo que otorga a la mujer un lugar que siempre le ha correspondido. Además, el espacio compartido entre la pasajera y la taxista genera una intimidad reparadora.
Durante un viaje —que nunca es un simple paseo por la ciudad—, la escritora nos invita a pensar en quitarle el precio a los objetos. Esto sucede en un sistema capitalista. Los transforma en la acción solidaria del “vos me diste, yo te devuelvo”. Vos me diste la escucha; yo te doy una entrada para que vayas con tu mamá a ver Luis Miguel. Al mismo tiempo, recuerda que el “amiguismo” no es moneda de trabajo.
Una anécdota —“con mi amiga íbamos a ir al concierto de Luis Miguel, pero la ansiosa se fue a verlo al hotel”— nos provoca risa. También evoca el recuerdo, la muerte y la memoria. Una pasajera, que en otra circunstancia podría haber pedido “a la cancha de River, por favor”, cambia su destino. Se dirige a la casa de su “amiga de toda la vida” para despedirse. La canción “me duele imaginar que tú te vas” resuena, y la muerte se presenta como helechos tristes en un sueño largo, pero real.
En “Al medio, casi al fondo”, unx narrador en tercera persona detalla la amistad entre Elena y Lidia. No recurre al diálogo entre pasajera y taxista, debido a limitaciones de tiempo y vínculo. Al dar nombre tanto a la señora que regala las entradas como a su amiga, se construyen personajes. Estos se convierten en “otras” para quienes leyeron el primer relato y en “las verdaderas” para quienes siguen la lectura. Así se demuestra que la historia es, en esencia, una sola: la amistad de bodas de titanio.
Sol Osorio utiliza herramientas narrativas de forma ágil: se narra sin explicar, se muestra sin decir. En esta segunda versión del relato reaparecen elementos esenciales: las amigas, Luis Miguel, la anécdota matriz y los helechos tristes. Estos conforman el alma de la historia.
“Al medio, casi al fondo” es, a la vez, un relato independiente y un viaje por un pasado y un presente. Es #VidasParaContar. ¿Quién no querría conocer la historia de dos amigas que se conocen desde tercer grado? Ellas hablan a diario desde hace quince años y han vivido juntas los cambios sociales, políticos, culturales y tecnológicos. Comparten la pasión por Luis Miguel y festejan los 80 años viendo en vivo al único hombre que aman. Es una historia amorosa que rompe con lo heterosexual, binario y sexo-afectivo: el amor es dos amigas que se eligen para toda la vida.
Despedirse de quienes amamos nunca es fácil, porque implica soltar una versión de nosotres que quizá nos guste más. Las muertes individuales son también colectivas. Sol perfuma la lectura con nostalgia; quien se queda se rompe un poco en el “¿qué voy a hacer ahora que se fue?”. Reímos con Sandro y canciones de YouTube, y festejamos un saludo logrado. Al mismo tiempo, nos entristece la posibilidad de un ACV, un paro cardíaco o una muerte. La muerte enoja y nos hace reclamar un porqué sin respuesta. Pero también nos invita a reflexionar sobre el valor de recordar. Tras la pérdida, la vida del otre se transforma en recuerdo y en la promesa de que volverá.
Los cuentos “En el taxi” y “Al medio, casi al fondo” surgen del taller de escritura Narrar mi mirada, dictado en 2023. A partir de la consigna de escribir un diálogo entre unx taxista y quien toma el taxi, Sol Osorio construye dos relatos. Junto a Fabricio (su editor) y el equipo editorial de La Cascotiada, estos relatos se transforman en obra. Desde los talleres literarios se inician obras, evidenciando que los autores se construyen colaborativamente con sus primeros lectores. Detrás de cada libro hay un equipo de profesionales que transforma el manuscrito en obra y habilita el mercado editorial.
“Pasaje Dorrego”, bien pensado en el medio de Tres Cuentos, cumple tres funciones:
Un pasar de un taxi a una sala, casi al fondo, frente a la pizarra.
Es un relato que podría responder a la pregunta: ¿cómo construye sus cuentos? Esta pregunta es propia de una posible entrevista a Sol Osorio, autora. “Las ganas de escribir vienen con un estado particular. Aparece una situación, un disparador, una emoción, una imagen, un camino, un olor, una risa, un sonido, una palabra. Todo se tiñe de ese ingrediente que despertó esto o aquello” (11).
Es la imagen de un domingo de otoño, con todos los significantes sociales y culturales del otoño y de los domingos. Camino por Dorrego un domingo, en un cuento. Lidia preguntó en la guardia si “mañana podría ir al concierto”, recordándonos la fragilidad del tiempo.
“Pasaje Dorrego” es un medio porque las historias de amor nacen del presumir, de los afectos diversos. Hablar del amor Lidia–Elena es evocar el movimiento de un pelo “digno de publicidad de Pantene”. También implica el temor a ser elegidas por una jauría callejera. En definitiva, es hablar del amor sin límites.
El libro de Sol se presenta para mí como una Poética del Sostener: “dame tu mano, yo te agarro”. No solo por el diseño de su tapa, sino también por la voz de la autora. Ella captura la vida a través del cuidado y el sostén mutuo. La vida deja de ser fugaz para perdurar en el tiempo mediante la palabra. En esta poética se abrazan las dualidades de lo que fuimos y lo que seremos. Se reconoce que el acto de sostener implica un equilibrio entre la firmeza y la adaptación. En la Poética del Sostener de Sol no hay olvido; hay memoria.