La utopía marica tucumana en Querida Ilusión, la novela de Fabricio Jiménez Osorio
Por Milagro Mariona para La Nota Tucumán
La utopía marica tucumana “Querida ilusión” es la opera prima de Fabricio Jiménez Osorio. Es, además, una de las primeras novelas tucumanas que aborda el universo homosexual desde una óptica novedosa, en donde la realidad y lo místico se conjugan para devolver al lector una obra literaria con una gran carga sexual y romántica en un mundo imaginario que podría estar a la vuelta de la esquina.
Con una prosa norteña, el santiagueño afincado en Tucumán, escribe sobre cómo es ser gay viviendo en una provincia. Un dato no menor: sus protagonistas son dos gauchos con bombacha de gaucho, pañuelo botas y boina. “Querida Ilusión y Fabricio Jiménez Osorio se conectan con las maricas tucumanas y norteñas que trabajaron la literatura”, escribió Patricio Dezalot sobre la novela, y recuerda a Juan José Hernández y Osvaldo Fasolo, quienes hicieron retratos de época de cómo era vivir siendo gay en los años ´70 y ´90.
Dezalot realiza luego una interesante comparativa sobre cómo se va transformando el deseo homosexual en las obras de los autores mencionados. “En la narrativa de Juanjo Hernández de los años 70, los personajes tienen sus deseos en latencia, pero no se asumen conscientemente; en los 90 con Osvaldo Fasolo hay sexo entre cuatro paredes y en la oscuridad, una vida gay vivida en secreto, en la habitación. En Querida Ilusión la putez está en todas partes todo el tiempo”.
Ya en 2017, Gabriela Cabezón Cámara escribía “Las aventuras de la China Iron”, una refundación radical del clásico Martín Fierro, bordeando lo que el crítico ruso Mijaíl Bajtín llamó “realismo grotesco”, entendido como “el tipo específico de imágenes de la cultura cómica popular en todas sus manifestaciones”. ¿Cuáles son los signos característicos del estilo grotesco? Bajtín los enumera: la exageración, el hiperbolismo, la profusión y el exceso. La deconstrucción de los personajes tradicionales de la cultura argentina, permiten leer la historia desde nuevas ópticas, antes vedadas.
En “Querida Ilusión”, ello se puede ver la exageración de un mundo gay, con excesivas imágenes homoeróticas, una trama inverosímil, y personajes fantásticos que ocupan roles de la cultura popular como una diosa trans, una ídola travesti, un enano mágico.
Querida Ilusión es un lugar de ensueño donde la homosexualidad es vivida con la libertad de las crónicas griegas del Eden. “El deseo no está encriptado, sino que es explícitamente mencionado, y las situaciones no están ni circunscriptas a un cuarto o a una cabeza, sino que están en una fiesta, en el baño de una fiesta, en una camioneta en la ruta, en el monte, al lado del lago, es omnipresente, como Dios”, continúa Dezalot.
Para Simona, que es Mariana Salvatore, la novela tiene “un cuestionamiento lúdico y maravilloso a los estereotipos sociales construidos por la cultura heterosexual”. Los profesores son maricas, los gauchos son maricas, los seminaristas son maricas, los duendes son maricas, hasta las serpientes son maricas. Según un relevamiento que realizó a algunos de los lectores, “provoca estados de alegría y de excitación sexual, la gente se terminaba masturbando (o teniendo relaciones sexuales con la persona con la que leía)”.
Salvatore introduce el concepto de posporno para señalar cómo la novela de Osorio cuestiona el cuerpo hegemónico. Cómo cuestiona también el deseo sexual, las formas de vincularnos, las prácticas sexuales y las relaciones de poder, los lugares donde la sexualidad está permitida. Y también cómo propone romper con todo ello.
“La novela entera es la ilusión de un mundo marica. Una ilusión que abraza, no una ilusión que está en el orden de aquello que es inaccesible. No es un mundo marica que nos deja solxs sino que nos vincula con la comunidad, con amigues, con la alegría”, expresa.
Lo cierto es que Tucumán se ha convertido en los últimos años en una prolífera productora de textos escritos por maricas, tortas, travas. Ahí se describen personajes cotidianos y autóctonos para narrar, plasmar e historizar el pequeño mundo de identidades no hegemónicas que logran sobrevivir en un contexto hostil como es Tucumán.
Fabricio contestó algunas preguntas sobre el proceso creativo. También sobre la elección del folklore, y como hubo elementos en su infancia que lo marcaron en su vida adulta.
¿En qué estabas pensando cuando comenzaste Querida Ilusión?
Cuando empecé no sabía nada sobre la historia que iba a contar. Solo tenía claro que quería escribir una novela breve, que tenga mucho sexo y humor negro. También que fuera de temática gay y ambientada en Tucumán. Y que en su título esté la palabra “ilusión”, porque venía de leer y analizar los cuentos de Juan José Hernández, y de “Vestir a Magdalena” me resonaba muchísimo la frase tafeta de ilusión. Y empecé sin trama ni argumento ni escaleta ni nada, solo decidido a usar una oración cualquiera y continuarla. La primera que se me ocurriera rápidamente hasta ir formando algo improvisando. Y esa oración fue: “Me morí en el mejor momento de mi vida”.
¿Por qué una novela de gauchos maricas? ¿En qué se relaciona esto con el folcklore?
El folklore es muy importante en mi vida y sobre todo en mi infancia, que transcurrió en Las Termas de Rio Hondo. Me parece que el folklore fue una forma de sensibilidad y percepción musical que me unió a mi papá. Y eso más allá de todas nuestras grandes diferencias. En ese sentido fue mucho más que un género más. Hice folklore como músico y como bailarín, y en la adolescencia tomé distancia de eso, pero jamás lo abandoné. Hoy es un tipo de música al que cada tanto necesito regresar para revivir emociones. Y también para buscar entender esas emociones. Cuando estaba inventando las historias de la novela, venía muy manija investigando sobre Jacinto Piedra, Verónica Condomí y el Chango Farías Gómez. Buscaba sus innovaciones, su forma rupturista de componer, el contexto político en el que hacían musicalmente lo que hacían, que era rarísimo para su tiempo.
Entonces pensaba mucho en la idea de apropiación y profanación, y en ponerme como desafío escribir una gauchezca marica. Eso me llevó a leerlo a Adrián Melo y toparme con que la figura del gaucho en la literatura estaba al día de hoy tan pero tan sacralizada, que jamás se lo relacionaría a la homosexualidad (a diferencia de otras figuras como la del futbolista, o el rockero, o el militante, y otras más obvias como un sacerdote). El gaucho siempre fue hétero en el arte y en la historia. Y yo de niño jugué a performar gaucho a través de la danza sin que se me cruzara por la cabeza dejar de ser yo mismo para convertirme en otra cosa, en un macho gaucho. Me parecía que para poder abordar esa complejidad en una novela breve estaba bueno plantear una historia de amor entre gauchos, uno tucumano y otro santiagueño.
¿Querida Ilusión se refiere más directamente a la ilusión de un mundo marica?
No estrictamente, aunque pueda ser leída así. Mis novelas hablan de maricas en este tiempo y en esta parte del país que es Tucumán, y presentan personajes con cabezas y mambos que para mí serían muy de mis amigas y de las que tienen más o menos mi edad. En ese sentido parecen como de un mundo o mundillo aparte, exclusivamente de putos. Pero lo de un pueblo ficticio llamado Querida ilusión fue un poco caprichoso, y además ayuda a pensar tramas disparatadas o turbias o complejas, como pasa mucho realmente en los pueblos o ciudades muy pequeñas, tanto en la realidad como en la ficción.
Nos hablabas de que el formato emulaba una novela costumbrista de televisión. ¿A qué te referías con eso?
La televisión fue también otra cosa muy importante en mi infancia. Me ofreció mucho para aprender y desaprender, en una época en la que no había internet todavía, o no hubiera sido accesible en mi familia. Los formatos televisivos para contar una historia son repetitivos, y eso es una obviedad para reproducir o para alterar críticamente o con humor. Lo segundo me interesaba más, tiene que ver con obligar a lxs espectadorxs a hacer foco exclusivamente en una pareja heterosexual que nunca, pero nunca, son más interesantes que los personajes secundarios: la villana, la servidumbre, el loquito, el niño, la intérprete que solo está para aportarle el toque musical a todo, etc.
Mi idea era jugar con eso exagerándolo, hacer que la pareja central sea aburridísima y parezcan imbéciles. Que los personajes secundarios sean por demás exóticos y con líneas contundentes de diálogos, frases propias, y que estén ahí para llevarnos a reflexionar alguna problemática o concepto, algo que los protagonistas no tendrían capacidad de hacer. Y fue como intentar burlarme de una estructura narrativa que aún le sirve a la televisión a pesar de todo, y hacerlo de una manera simple y de ritmo veloz, para que podamos desnaturalizar esas formas comunes de ver una historia, pero sin que eso nos expulse de esta historia.
Publicado originalmente en