Durante el mes de agosto se completó en el cine tucumano una trilogía de cortos compuesta por “En el mismo equipo” (de Bonzo Villegas y Carlos Vilaró Nadal) y “Santa” (de Vilaró Nadal). El tercer film en cuestión es “Totitita” (de Bonzo Villegas), que a diferencia de los anteriores, fue presentado con bombos y platillos en el Cine Atlas, y a sala llena.
Totitita viene a abordar la cuestión trans en clave de musical. También en esto se diferencia de los film anteriores, que apelaban al drama para contar historias gays y lésbicas.
La historia que se cuenta en Totitita es romántica e inocente. En resumidas cuentas Toti (personaje central, interpretado por Guido Guerrero), vive un amor no correspondido, a quien busca conquistar transformándose en Tita. Toti es militante universitario, y su amor imposible milita en el partido opositor.
Cuatro cosas me interesan mucho en esta película. En principio el disparador inicial, que pone en evidencia a un cisgenerismo violento del que ni “la izquierda” podría estar exenta (¿se sabe por cuánto tuvieron que pasar algunas izquierdas para incluir en sus agendas a la cuestión trans?). A Toti lo vemos militando en los pasillos de la Facultad con su amiga Leo. La mesita de ellxs es la única llena de brillo y colores vivos, y en donde se maquilla gratis a la gente que se les acerca. Por tales características, Toti y Leo imponen un modo de campaña que desentona con lxs militantes de las mesas cercanas. En esas otras mesas están los gestos típicos de una política universitaria viciada, no aggiornada ni creativa, en donde hay más hombres que mujeres, en donde se es prepotente, y se usa un solo color distintivo para cada partido (asemejándose más a un equipo de fútbol).
Más tarde Toti le expresa su incomodidad a la mucama, y lo hace sacudiendo la cabeza y usando expresiones legranezcas: “todo muy politizado, muy de izquierda”. Contextualizar esa frase-guiño implica no hacer la vista gorda a una cuestión de clase: Toti no representa al grueso de la comunidad trans, puesto que habita una casa lujosa y sus necesidades materiales están cubiertas. Es una potencial Diva, y una Diva -una auténtica Diva- es burguesa. En ese sentido Alma Camuñas es la diva referente de Toti, que además es su abuela. Es una diva marchita, enferma, vieja, llena de nostalgias, pero ícono en la historia del cine tucumano. Sus películas son una inagotable fuente de inspiración para Toti.
Alma Camuñas es otro punto interesante del argumento. Su figura es inverosímil para nuestra provincia. Una “abuela tucumana” difícilmente haya sido protagonista de una época dorada en el cine. Estamos ante un personaje como salido de Pubis Angelical, o cualquier otra novela de Manuel Puig, en donde a menudo encontramos mujeres que en realidad son idealizaciones femeninas. Y no puedo dejar de recordar a Puig como esa marica genio que necesitaba aferrarse ciegamente a las fantasías cinematográficas de su época, para resistirle al mundo hostil. Así, ni más ni menos, es Toti. Las mujeres de Totitita (Leo, la mucama, Alma Camuñas, y Tita), al igual que las mujeres de las novelas de Puig, pueden ser muy distintas en muchos aspectos, pero si algo tienen en común es la capacidad de dar rienda suelta a sus deseos más genuinos y explosivos.
El mundo de Toti, su entorno, sus espacios de intimidad, y sus ilusiones, están presentados en la película apelando a una estética kitsch. A diferencia del kitsch que emplea Pedro Almodovar -kitsch cuya función es transmitir una cosmovisión muy suya e inventar un universo almodovariano-, el kitsch de Totitita no definiría a todo el cine de Bonzo Villegas; solo sirve de herramienta para compenetrarse con Toti. No es tampoco un kitsch que domine la totalidad de Totitita, puesto que como estética en sí misma convive y se enfrenta con la otra estética de la película, la que viene a plasmar lo aburrido, exclusivo y transfóbico que es el mundo universitario en donde Toti se mueve. Mientras que en un film almodovariano puede ser en iguales proporciones kitsch el mundo de la protagonista y el mundo que contiene al mundo de la protagonista, acá en Totitita hay contraste entre mundo y mundo, entre estética y estética. Si bien la estética kitsch de los protagonistas los deja como raros, la estética del mundo universitario deja a ese mundo como torpe, alienado, sin sentido, y sin nada transformador para ofrecer. La escena de la fiesta lo ejemplifica a la perfección. Está desarrollada en un ambiente hippie donde podrían convivir “armónicamente” homosexuales y heterosexuales (pero que nadie vaya a caer siendo trans, porque va a quedar como sapo de otro pozo -y una vez más la resonancia del “todo muy de izquierda”).
Quizás los amores no correspondidos sean un “tema universal”, y un camino hacia la identificación por parte de lxs espectadorxs. Totitita lo toma como punto de partida para plantear un caso de transfobia. Sucede que el amor imposible de Toti se deja llevar por la belleza de Tita, que arengada por Leo se pone su mejor vestido y maquillaje para seducirlo. Al llegar juntos al dormitorio, se desilusiona de Tita, y entiende -no sin descargos de violencia- que ella no es una mujer cisgénero; que tiene frente a sí a un cuerpo y a una identidad que no sabe procesar ni respetar. La golpea, le deja su huella de fobia. Porque no sabe desearla, ni a ella ni a nadie como ella, quizás por su estrecho vínculo con el binarismo de género (hombre-mujer). Y el binarismo de género existe de la misma manera que existe la heterosexualidad: como un régimen. Los cuerpos inadaptados, como el de Tita, no la sacan barata ni la película ni en la vida real.
Lo que me gusta del desenlace es que deja a toda la película como lo que podría ser una precuela de sí misma, o de la vida de Tita. Porque la golpiza de la que es víctima marca un renacimiento, e influye como agente configurador de una nueva identidad de género para Toti. Ella, a pesar del maltrato, sabe que su lugar en el mundo no es el de una marica, sino el de una mujer, la más orgullosa y esplendorosa ante las adversidades, tal como las ficciones que encarnaba su abuela. Tita, curada de sus heridas faciales por su amiga Leo, entiende dos cosas: estaba en todo su derecho por haber deseado ir mucho más allá de un simple beso con su enamorado, y que es tiempo de abrir un nuevo camino, dejando atrás a Toti.