22 de diciembre de 2020

¿Del VIH se habla? Impresiones sobre la obra Indetectable

Primeras impresiones sobre la obra Indetectable (Partes de la vida en positivo)

¿Del VIH se habla? Indetectable partes de la vida en positivo

(Esta nota fue originalmente publicada en el sitio La Escena Desviada)

Teatro, VIH y el desafío de hablar

Ay qué nervios. Rompo el hielo de la investigación. Parece que empezamos de adelante para atrás. 2016. Fui a ver hace unas semanas Indetectable (partes de la vida en positivo)*, escrita y dirigida por Gonzalo Véliz. Estrenada en el año 2015, la obra continuó haciendo funciones este año en Sala Ross en Tucumán con un cambio de elenco parcial.

La gráfica del espectáculo adelanta los procedimientos del trabajo: viñetas de historietas, caricaturas de los actores, collage de fotos de Madonna y la Mujer Maravilla, mucho color y las frases: “Comedia delirium pop” y “Del HIV también se habla”. Fuerte. Se va a hablar de HIV (o VIH en castellano). Es la primera obra de teatro tucumana que voy a ver que afirma que se propone hablar de manera directa y explícita sobre el virus de inmunodeficiencia humana y de las “partes de la vida” siendo (sero)positivo, a través de la comedia. Al menos eso parece querer adelantar la gráfica. Del VIH se habla muy poco en cualquier ámbito. Así que alta expectativa.

¿Exclusividad viral o performance para todes?

Antes de ver la obra me preguntaba cómo saber si este trabajo sería o no un caso dentro de mi investigación. Es decir, si podría incluir a esta obra dentro del “Teatro LGTB” de Tucumán. Porque que una obra se proponga “hablar” del VIH no implica necesariamente un enfoque particular sobre esta problemática en nuestra comunidad. La exclusividad del problema del VIH –que sea sólo cuestión de putos- es una falacia y es uno de los (muchos) estigmas que cargamos desde la década de 1980.

¿Qué vendría a ser entonces un teatro LGTB? ¿Un teatro que toca problemáticas vinculadas a nuestra comunidad, cualquiera sea el enfoque y los procedimientos? ¿Un teatro hecho específicamente para un público LGTB? ¿O un teatro hecho por personas que se identifican como parte de la comunidad? ¿En ese caso, es necesario que el público sepa esa identificación de los sujetos-artistas o de los sujetos-destinatarios? ¿Todo lo anterior? Imposible saberlo a esta altura. Tentativamente, juguemos con la hipótesis de que Indetectable… podría ser considerado un caso de esta investigación. Otra expectativa más.

Indetectable partes de la vida en positivo

La síntesis de la obra se las debo. Bah, en realidad pienso que en la revista online La Cascotiada se me adelantaron y subieron una reseña: http://lacascotiada.com.ar/2016/04/29/viralizar-el-humor/ Leanlá ahí. Armemos comunidad virtual. Suficiente decir para esta nota que lo que se escenifica es una especie de clínica onírica y delirante (por usar las palabras de la gráfica) donde los tiempos están extrañados, los espacios son imaginarios, se habla como doblaje de dibujitos animados o comics de superhéroes y donde están internados y en tratamiento por VIH dos pacientes seropositivos “Actor positivo 1” y “Gloria Reactiva”, a quienes visita diariamente una enfermera cordobesa.

Prólogo de la seroconversión

Mientras esperamos pasar a la sala, como un prólogo de otro universo escénico, el actor Ignacio Hael aparece entre el público, como uno más de nosotros, y se acerca a la boletería del teatro. Le comenta a la boletera, con voz elevada -y es ahí cuando reconocemos que Hael está en situación escénica- que tiene turno con la doctora. Devastador. Uff. Mucha exposición. Esa pregunta inaugura un procedimiento de cruce representación-realidad en el espacio. Ya no somos solamente espectadores esperando a que empiece una obra de teatro.

Tu primera consulta

La boletería se convierte también en sala de espera de un consultorio de infectología. Todos nos convertimos en pacientes a la espera (de que empiece la obra y de nuestro turno). La boletera le pregunta su nombre al actor (!!!). Él duda. Hace una pausa (¡Más vale! Se supone que los exámenes de VIH son anónimos, pienso yo) y le contesta con las siglas que le dieron en los resultados de su examen: la primera inicial de su nombre, la primera inicial de su apellido y su fecha de nacimiento. La boletera/secretaria consulta en la computadora y le dice al actor que tiene que esperar su turno. Hael nos observa, nos saluda, juega a que somos pacientes igual que él y nos incluye aún más en el límite entre representación y realidad.

Test y trauma

Digo que esta escena fue devastadora (para mí) porque mi experiencia con los tests de VIH siempre fueron una mierda. O al menos los primeros años, las primeras veces. El miedo a tener el virus, el estigma que trae ser seropositivo, además del estigma de exponer ante secretarixs, enfermerxs, médicxs y/o asesorxs que uno ha tenido relaciones sexuales homosexuales (no porque te lo pregunten sino porque el virus está asociado con nuestra comunidad y la homofobia internalizada me duró bastante), el sentirse juzgado, el encontrarse con gente conocida y no saber qué decirse, algúnx que otrx enfermerx, bioquímicx o doctorx que te trata como un promiscuo, etc.

Me ha pasado, con 19 añitos, tener que escuchar que un pelotudo me diga, al comentarle que había estado ante situaciones de riesgo mínimo después de hacerme el test el año anterior y que por eso quería volver a testearme: “bueno, esto es para que te lo hagas una vez en la vida”. Un imbécil. Un prejuicioso. Un homofóbico. Un acto de violencia y discriminación contra mi subjetividad, mi intimidad, mis miedos y mi derecho a hacerme el examen cuándo quiera y cuántas veces quiera. A los 19 no pude defenderme. Hoy lo hubiera escrachado públicamente. En fin.

A lo que iba es que la teatralización de la clínica de infectología en el “prólogo” de la obra fue contundente en exponer esa situación de mierda que nos toca vivir a los putos -y a cualquiera que se haga un examen de VIH- al incluirnos en ese espacio mediante el procedimiento del cruce representación-realidad.

Exposición total

Al elevar la voz el actor delimitó una situación de representación dentro de la realidad de la sala de espera del teatro. Nos obligó a mirarlo, o al menos nos indicó que deberíamos prestarle atención. El actor actuaba de “paciente” y nos incluyó en su actuación como otros pacientes más. Todos escuchamos que venía a encontrarse con su médica después de hacerse un test de VIH. Todos presenciamos como la boletera/secretaria (inexperta o pelotuda) le preguntó el nombre cuando se supone que esos espacios deberían ser anónimos.

El actor nos miraba mirarlo. Me costó mucho sostenerle esa mirada cuando me sentí incluido en el juego, por la exposición que implicaba para él y porque yo también estaba expuesto; por más que sabía que era un juego de representación. Mirarse es perder el anonimato. Pero él no parecía incómodo con todo esto. Le hacía comentarios a los que tenía más cerca -siempre con voz elevada para que escuchemos todos- “¿vos también estás esperando?”. A esta altura de las acciones la balanza ya claramente empezó a tirar más para el lado de la representación, soltando el cruce con la realidad. El actor se puso a hojear un libro de historietas de superhéroes que traía con él (del que sobresalía un papel, ¿habrá sido el resultado positivo de su test?).

Clínica delirante

Le comentó a otra espectadora: “me gustan el pum pum y el bang bang”. No parecía ser un fanático ni un entendido en el tema, más parecía una distracción que necesitaba para ese espacio de miedo y vergüenza y estigmatización. El actor se echó al suelo a seguir leyendo -ya aislado en su acción, completamente separado de nosotros- y se quedó dormido. Los empleados del teatro (ya no más del consultorio representado al comienzo) nos hicieron pasar a la sala teatral, poniendo un final absoluto al procedimiento de cruce de planos.

Lo que continuó fue el “otro” universo que adelanté: la clínica delirante. Sentados cómodamente en butacas no volvimos a ser pacientes, sólo espectadores separados de la representación. Alguna que otra vez los actores hicieron referencia a nuestra existencia pero quedó indefinida (un “Hola”, una luz que nos iluminó y confirmó que estábamos ahí, un pedido de aplausos de la enfermera). Perdimos nuestra dualidad espectadores-pacientes. Eso que me había resultado fuerte, que hacía que esquive la mirada, que me quebró un poco, rápidamente desapareció ante la presencia de la representación pura. Pude mirar con comodidad porque tenía distancia.

Del delirio pop a la clínica onírica

Como anunciaba el programa el código de la “comedia delirium pop” sobrevino. Gags físicos. Chistes verbales. Actores vestidos como superhéroes y hablando en otros castellanos. Personajes delimitados habitando un mundo onírico donde tienen superpoderes y el espacio-tiempo no es el de la vida cotidiana. Se podría interpretar que este mundo es el sueño del actor-paciente que se quedó dormido en la sala de espera. Pero es un sueño bastante organizado, o al menos con suficiente información dicha verbalmente para estructurar una historia lógica-cronológica: dos pacientes esperan a que se descubra una vacuna que los cure del VIH (y esperan la llegada de Madonna, la ídola de los gays). Los personajes parecen vivir en esa clínica pero no se acuerdan hace cuánto tiempo.

Sueños desvelados, jeringas gigantes

También parece que hay monos en algún laboratorio del lugar, con quienes experimentan esa cura. La enfermera viene todos los días a darles su tratamiento antirretroviral a los pacientes. Ese día aparece con una jeringa gigante con la que habían inyectado a los monos. Gloria se la roba asumiendo que es la cura que tanto esperan y se la inyecta al Actor positivo 1. Este código, este mundo organizado de la representación, tranquiliza la mirada.

“Del VIH también se habla” adelanta la gráfica ¿Pero qué es lo que se dice? ¿Qué es lo que hace falta decir? ¿O es que esa frase se refiere a que no existen obras de teatro focalizadas en esta temática en Tucumán y por eso el slogan? “Partes de la vida en positivo” es el subtítulo ¿Pero a qué partes se refiere? ¿A ir a una clínica? ¿A estar en tratamiento? ¿A esperar una cura? ¿A ser seropositivo? ¿A las distracciones que las personas seropositivas se inventan para hacer la experiencia más llevadera, como meterse en el universo de las historietas o adorar a Madonna?

Me vienen a la cabeza los relatos crudos y duros de Diego Alba (busquen en La Cascotiada también o aquí: http://elotropais.com.ar/el-silencio/ ). La realidad que este autor nos pinta muestra una cara oculta, silenciada, incluso para los que convivimos todos los días con el estigma de que por ser gays estamos más propensos al VIH. El estigma de ser seropositivo suma otra capa de marginación que muchos desconocen/mos.

Abrazos, remeras y revoluciones

Pienso también en la performer activista trans Effy Beth quien junto a otros activistas en el país, organizados desde la revista Waska de la CABA, hicieron una acción performática que con sólo leerla me causaba impacto: http://waskazo.blogspot.com.ar/2012/10/evento-waska-vih.html . En la vía pública y en plazas de todo el país se convocaba a gente masivamente, en el día de la lucha internacional contra el SIDA, a que se pongan remeras que digan “Tengo SIDA” y “Soy HIV Positivo” y después a ofrecer abrazos y besos a los transeúntes.

Me parece una acción contundente, que da cuenta del prejuicio de ser seropositivo, que hace el esfuerzo por romper o al menos exponer el estigma al obligar a la gente a tomar una decisión sobre esos cuerpos. Si los transeúntes no abrazan al que tiene puesta la remera pueden quedar como VIH-fóbicos o ignorantes que no saben que abrazar o besar no es un riesgo, pero si se animan a abrazar quizás en algún lugar interno de su prejuicio el participante creerá que se lo van al virus de alguna manera o, en el mejor de los casos, eliminará un poco el estigma. Acción poderosa, simple, deconstructiva y expositiva.

¿Escapar o resistir? El dilema viral

Traigo estos dos ejemplos para tratar de responder alguna de esas preguntas sobre los procedimientos elegidos en Indetectable... Ya no qué se dice, sino cómo se lo dice. La crudeza en los detalles de los relatos de Diego, hiperrealistas, le da voz a las vidas invisibles de los enfermos de SIDA y, por otro lado, la experiencia de Effy y Waska obliga a enfrentarse al estigma del virus mediante la vulnerabilidad de los cuerpos de los participantes.

Que los personajes de Indetectable… habiten un universo donde son superhéroes, donde Madonna es una ídola y donde el espectador es ajeno a ese mundo ¿son procedimientos que proponen una perspectiva sobre la experiencia de convivir con VIH, más amena, lúdica, menos dura, donde la cura está cerca, donde las reglas las construye uno mismo? “Aunque el piso se caiga sigo parado” dice el Actor positivo 1 al final de la obra abandonando su voz de superhéroe ¿Es una perspectiva esperanzadora para los seropositivos? ¿Es una perspectiva “positiva”?

La cura es el propio acto

Hans Thies-Lehmann afirma que el carácter político del teatro, del arte, más que por su contenido, por la temática, es político por su tratamiento formal, y eso es evidente en los ejemplos de Alba y Waska. Son acciones políticas, al visibilizar una realidad oculta y terrible en el caso del primero y al irrumpir en la vía pública con el estigma del virus en el segundo. En el “prólogo” de Indetectable me resultó clarísimo el procedimiento vinculado a la problemática del VIH: exponer el estigma, la incomodidad de los exámenes y las clínicas, mediante nuestra inclusión en la representación.

Pero en el cuerpo de la obra, el delirio, la comedia, la división tradicional escena-público, el tiempo y el espacio distorsionado me deja interrogantes ¿cómo se relacionan estos procedimientos con la problemática del VIH? ¿Será que es sólo una obra de teatro que toma la vivencia de tener VIH como excusa, como información para desplegar un universo escénico y entretener al espectador? ¿O expone algunas vivencias de seropositivos con capas de ficción, de humor, de delirio?

¿Pero qué es lo que se expone, la vida en una clínica, la espera de una cura? ¿Que los personajes sean superhéroes es un mensaje de fortaleza hacia los seropositivos? ¿Ese universo otro, donde el tiempo y el espacio está distorsionado, donde se habla en otros castellanos, donde no tenemos otro rol que el de espectadores, no son procedimientos que nos alejan más que acercarnos a la experiencia de la seropositividad? Todas estas son lecturas posibles para la obra.

Entre el estigma y la urgencia

Lo que sí es evidente es que para los gays el VIH es una cuestión muy presente. Todavía tenemos que mentir nuestra identidad sexual para poder donar sangre en el país. Hace unos días la Reunión de Alto Nivel de VIH de la ONU en su comunicado final no nombró a la comunidad LGTB como población específica de riesgo, invisibilizando nuestras luchas políticas históricas vinculadas a esta problemática: http://somosgay.org/infonoticias/infodetalle/gaylatino-pone-el-cuerpo-ante-la-exclusion-en-la-hlm Seguimos cruzándonos cotidianamente en nuestro mundillo con invitaciones a coger a pelo, es decir sin forro, por ejemplo en las apps de levante. Después de un encuentro casual en algún lugar de la cabeza quedan las preguntas ¿Me habré contagiado de algo? ¿El riesgo no fue mínimo? ¿Si hice un pete sin forro habré corrido riesgo? Porque muchos no preguntamos o confiamos o no estamos informados.

Existen encuentros de “bug chasers”, o sea de personas que buscan tener sexo con personas seropositvas, o incluso orgías donde en una especie de ruleta rusa alguien tiene VIH y no se sabe quién. El sistema público sigue lleno de prejuicios y ni hablar de la ley de educación sexual que en Tucumán no se aplica, perpetuando que el VIH no es un problema o no existe. Diego Alba ya nos ha introducido a la experiencia terrible de ser seropositivo y buscar tratamiento en los hospitales.

Cuando el test no es tendencia

Este último año escuché sobre dos casos, de conocidos de gente cercana, una chica y un chico, acá en Tucumán, menores de 30 años, que murieron por complicaciones por el SIDA porque desconocían su estado. Shockeante. Porque es así. Sigue siendo un prejuicio. Sigue siendo un estigma. Tenerlo. Poder tenerlo. Cuidarse. Testearse. Y la gente se sigue muriendo. Jóvenes en el siglo XXI seguimos muriendo. No nos cuidamos. No nos informamos. No nos testeamos. Todavía hay mucho de qué hablar, exponer, visibilizar.

El título de la obra, “Indetectable”, alude al estado de los pacientes seropositivos que tienen una carga mínima del virus en la sangre gracias al tratamiento con antirretrovirales; casi como si se estuviera curado (es el estado del Actor positivo 1). Pero la problemática del VIH en nuestra comunidad tucumana está lejos de ser indetectable. El prejuicio, la falta de cuidados, el estigma y la desinformación existen. Están ahí. Creo que hoy tendríamos que no solamente hablar “también” del VIH -como propone el slogan de la obra- sino sobre todo hablar “más” y más y más…

Epílogo: ¿Arte o activismo?

P.D.: La tutora después de leer me mandó a escuchar la conferencia de Paul Beatriz Preciado “¿La muerte de la clínica?”, aquí: https://www.youtube.com/watch?v=4aRrZZbFmBs , para seguir indagando en esta problemática. Todavía no la escuché. Al parecer deconstruye históricamente lo que la modernidad decidió que era la sanidad y la enfermedad, lo normal y lo anormal. Buenísimo. Seguimos nomás.

*Fotos del face oficial de Indetectablehttps://www.facebook.com/Indetectable-770019099769423/

Publicado originalmente en

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