Hace 11 años que comencé una dieta vegetariana que luego derivó en veganismo. Es decir: dejé de comer y utilizar los “productos y servicios” que se obtenían de otras especies animales. Transformé mi alimentación y esto no fue fácil, ya que me topé con todos los mecanismos de castigos y normalización que pasa cualquier persona que intenta cuestionar lo que se considera natural. “¿Por qué tanta resistencia?”, me preguntaba, ya que el veganismo es, en sí mismo, tan sólo una práctica alimenticia. Y fue en medio de ese cuestionamiento que mi alimentación fue cambiando, y al lado de ella mis ideas sobre el mundo.
Comencé a activar la cuestión LGTB y feminista, y comencé a conocer también al “orden social” y sus ideologías. En ese camino, en el que descubrí que existía el patriarcado, la heterosexualidad y la cisgeneridad obligatoria y el capitalismo, también descubrí que existía el especismo. El especismo como una ideología “naturalizada” que considera que los seres humanos somos superiores a otros animales, y que instaura una jerarquía en la que estamos en el peldaño más alto. Es decir, el resto de las especies están sub-valoradas ya que no pertenecen a la especie humana, y pueden ser objeto de explotación. De derecha a izquierda, todos piensan lo mismo.
Si el veganismo es una práctica, entonces el antiespecismo es una ideología que cuestiona por completo el orden político, económico, ético, cultural y a la tradición. A pesar de que “La revolución comienza en tu plato” es un slogan muy usado -y difundido- entre lxs veganxs para generar empatía, yo considero que ser antiespecista no es tan simple como cambiar un hábito. Y debido a esto las grandes resistencias que encuentra.
¿Qué es el antiespecismo?
El antiespecismo sería, entonces, el movimiento que considera que todos los animales, tanto humanos como no-humanos, tienen la misma jerarquía, el mismo valor, sin importar la especie a la que pertenezcan. Al igual que todas las luchas de liberación, el antiespecismo suele ser malinterpretado y ridiculizado (¡bien sabemos de esto lxs feministas!). Es por eso que antes quiero aclarar algunas cuestiones.
Para comenzar: lxs veganxs no sostenemos que “no se debe matar a ningún ser vivo”. Sabemos que las plantas son seres vivos y no hace falta que nos acusen de “asesinxs de lechugas”. Nosotrxs hacemos hincapié en que lo que iguala a los animales no-humanos con los animales humanos como sujetos es la capacidad de sentir dolor, ya que poseemos un sistema nervioso central y un cerebro. Es por esto que muy frecuentemente somos llamadxs “sensocentristas”.
“¿Por qué aceptamos como natural la categoría ‘especie’ que nos separa del resto de los animales y nos habilita su dominación?”
Para ser consideradxs sujetos poseedores de intereses, tenemos que ser seres capaces de tener experiencias, “vivencias” con el mundo. Es la capacidad de sentir dolor (y placer) la que nos permite tenerlas y reaccionar ante ellas. En ese intercambio nos constituimos como sujetos, independientemente de la especie a la que pertenezcamos. Pese a lo que muchxs creen, las plantas no tienen un sistema nervioso central ni mucho menos un cerebro que procese el dolor. Aunque sí responden a estímulos, no es lo mismo una respuesta mecánica que la capacidad de sentir dolor o sufrir. Es por eso que es muy difícil que un tomate llegue a tener “experiencias”. Esta idea tan simple nos consume gran parte de nuestro tiempo: seguimos explicándole a la gente la diferencia entre una vaca y una lechuga.
Lxs antiespecistas también estamos involucradxs con la ecología. Cuando nos responsabilizan de la contaminación que los cultivos producen al arrasar bosques, poblaciones campesinas y el agua, ignoran que esos cultivos son destinados en un 70% para consumo del ganado, que luego irá a parar en sus platos. Pero esa carne sólo será consumida por una pequeña fracción de la población mundial. La gran mayoría del planeta está bajo la franja de pobreza y no puede acceder a ella. Si se destinara una parte de ese cultivo a alimentación humana se podría acabar con el hambre en el mundo. 1
Feminismo e interseccionalidad
En sus inicios el feminismo fue muy restringido. Incluía solo a mujeres blancas, heterosexuales, cisgénero, de clase media-alta. Con el tiempo, mujeres negras, lesbianas y mujeres trans hicieron notar estas contradicciones y lo ampliaron. Kimberlé Crenshaw, una feminista negra estadounidense, consideraba que las opresiones basadas en raza, género, orientación sexual, clase (¡o especie!), no actúan independientemente unas de las otras, sino que se interconectan y se superponen en un mismo sistema de opresión. En 1989 acuñó formalmente el término interseccionalidad para describir a este nuevo movimiento que intenta acoger a todxs lxs oprimidxs y todas las luchas posibles.
En un taller “paralelo” en el Encuentro Nacional de Mujeres de 2013, conformado espontáneamente por activistas (lo que da cuenta que en el feminismo aún no hemos ganado un espacio), una de las conclusiones sostenía que
La explotación no se da solamente entre humanos, sino también desde lo humano hacia otras especies. Se basa en la creación de un “otro” a partir de categorías arbitrarias, que habilitan su uso, su lucro y explotación, no sólo material y económica, también subjetiva y afectivamente. Como decían las feministas “no se nace mujer, se llega a serlo”, “no se nace humanx, se llega a serlo”. Si combatimos categorías arbitrarias como el género y la raza, negando que sean naturales sino social, cultural y políticamente construidas e instauradas ¿por qué aceptamos como natural la categoría “especie” que nos separa del resto de los animales y nos habilita su dominación? 2
Entonces ¿cómo es que las feministas que afirmamos con contundencia que la “biología no es destino”, en cambio, aceptemos argumentos biologicistas del tipo “en la naturaleza los animales se comen entre sí”, “estamos al final de la cadena alimenticia”, “somos naturalmente omnívoros”? O, por ejemplo, cuando desde el feminismo hablamos sobre la “autonomía de nuestros cuerpos” ¿Qué pensamos entonces de la autonomía de los cuerpos de animales no-humanos destinados a los mataderos?
“Como decían las feministas ‘no se nace mujer, se llega a serlo’, ‘no se nace humanx, se llega a serlo’.”
Desde el feminismo antiespecista pensamos que, ante la opresión, lo que nos iguala a los animales humanos y no-humanos es un elemento ético-político. Lo que importa, después de todo, es la capacidad para sufrir y disfrutar de nuestras vidas: somos sujetos de experiencias. Afirmamos que además de luchar contra la misoginia, la homofobia y el racismo, hay que luchar contra el especismo, hoy sostenido por el capitalismo, un sistema de sometimiento por excelencia.
Romper la jaula, salir juntxs
No soy vegana sólo por una decisión personal, mi decisión también fue política. Lxs antiespecistas cuestionamos privilegios de especie y discutimos desde ese lugar, que por cierto genera mucha incomodad. A lxs veganxs, como a lxs feministas, suele acusársenos de ser extremistas por eso: por querer discutir sobre privilegios. Se nos exige ser “moderadxs”, se dice que lxs veganxs y lxs feministas hablamos desde una “superioridad moral”, y se nos indica cómo tenemos que actuar políticamente. Pero yo no comprendo cuál podría ser un antiespecismo “moderado” del mismo modo que no comprendo cómo sería un feminismo “moderado”, y tampoco sigo órdenes de especistas como no lo hago con las de machistas, sin importarme cuál sea mi “jerarquía moral”.
Todos estos años me he dedicado a informar, debatir y dialogar contra lxs anti-derechos (autodenominados “pro-vida”) y contra lxs homofóbicxs. Pero además de ellxs, también he tenido que hacerlo con mis compañerxs: mi activismo antiespecista está atravesado por eso. Considero que la lucha antiespecista es tan justa como la lucha feminista y la lucha LGTB lo son. Mi intención hoy es la de pedir aquella solidaridad que siempre han tenido entre sí los movimientos contra la opresión para comprenderse y acompañarse. Muchas de nuestras grandes conquistas, como Stonewall, no habrían tenido lugar sin estas redes de apoyo.
En estos años el antiespecismo ha ido ganando espacio en la sociedad. Sin embargo, el debate sobre el antiespecismo desde una mirada feminista y anticapitalista aún es una gran deuda. La derecha siempre será reacia, pero no puedo tolerar que la izquierda y el feminismo aún no den lugar ni siquiera al debate de este tema. Nuestras luchas siempre estuvieron hermanadas porque nuestros enemigos son los mismos. Si nuestras luchas se encuentran, podemos golpear más fuerte.
NOTES
- Datos extraídos del documental Cowspiracy: The Sustainability Secret. Dirección: Kip Andersen y Keegan Kuhr. Estados Unidos. 2014. Disponible en Netflix.
- Conclusiones del Taller Autoconvocado Heteropatriarcado & Especismo, Encuentro Nacional de Mujeres, Provincia de San Juan, año 2013.