El pasado miércoles asistimos a la charla de Acción Respeto en el MUNT. En esta crónica Fabricio nos cuenta su experiencia en el evento, la lucha por el derecho al espacio público, los resultados de una encuesta local sobre el acoso callejero, las organizaciones en Latinoamérica y el mundo dedicadas a combatir este problema, y el cuestionamiento de los privilegios de ser varón.
Tenía muchas ganas de ir a la charla de Acción Respeto, y caí solo. Conocía parcialmente la existencia de dicha agrupación, por sus impactantes carteles en las calles y bares. A sus integrantes no las conocía. Al enterarme que cerrarían la semana internacional contra el acoso callejero organizando una charla interactiva en el MUNT, aproveché para acercarme y conocerlas personalmente.
La sala ya estaba llena de gente cuando entré. Mi primer gran impacto fue la creatividad artística como apuesta militante para visibilizar una problemática social como el acoso machista hacia las mujeres en la vía publica, que durante largas décadas estuvo siendo injustamente naturalizado y minimizado. En la sala había una intervención. Las sillas habían sido sacadas, prácticamente todas. La gente estaba parada, como en ronda. Las luces eran tenues como en una obra de teatro under. A lo largo y a lo ancho de la sala colgaban de tanzas, cual tendedero, carteles con frases que daban cuenta de una cotidianeidad asechada por la violencia verbal. De pronto estar ahí era como estar “encerrado” en una simulación de vía pública. Era incomodo, porque invitaba a cuestionarnos y a hacernos cargo, entre otras cosas, de nuestras responsabilidades en relación a esa realidad muy salvaje y muy actual. Los carteles estaban a la altura de la cara, no se los podía ignorar. Su estratégica ubicación me resultaba análoga a voces anónimas, cobardes, esas mismas voces misóginas que incomodan a las mujeres todos los días de sus vidas al caminar por las calles.
Mamita. Hermosa. Mi amor te parto. Chiquita, te chuparía todo el jugo de esos limoncitos. Tantas curvas y yo sin freno. Ay como movés esa colita cuando caminás. Sabes cómo te meto la lengua. Me hago cargo mamita y te encargo el siguiente. ¿Cobrás por levantarte del orto o me lo dejás gratis? Si te agarro no te podrás mover en un mes. Hermosa, vení para acá. Vení, subite al auto linda, te llevo. Dale putita, si te gusta… vení. Además de linda sos cagona.
Siempre pensé que los carteles de Acción Respeto son un espejo destinado a la problematización y concientización. Un espejo de ese chip patriarcal que, como sujetos sociales de este tiempo y de esta cultura occidental, tenemos insertado todxs, incluso quienes combatimos el patriarcado en todas sus manifestaciones y formas. Al ver todos esos carteles colgados entre la gente, pensé: “Oírlo es peor que leerlo, por supuesto. Leer los carteles es empezar a desnaturalizar sus mensajes”.
La intervención era interpeladora. Otro detalle que me encantó fue las ubicaciones de las integrantes de Acción Respeto a la hora de tomar la palabra. Estaban mezcladas entre la gente, tomaban posesión de la sala de manera rupturista con los típicos modos protocolares de las mesas panel, y de un momento a otro podían incluso estar hablando al lado tuyo. “En la calle, no ser varón debería ser igual a esto”, pensé. Me refiero a uno de los tópicos de la charla, a esta cuestión de que el acoso callejero tiene que ver con que “el macho” viene a demostrarle a la mujer que el lugar de ellas es el ámbito privado únicamente. El ámbito público no les corresponde, y se los hacen saber a diario, objetualizándolas, y poniéndolas en constante peligro.
¿Cómo se puede sentir claustrofobia en un espacio abierto? ¿A caso es posible algo así, por muy contradictorio que suene? Tal encierro, en todo caso, estaría más bien ligado a la violencia machista que al espacio abierto en sí. Y como la violencia machista parece dominar las calles (para poner en aviso a la sociedad que “el espacio público no es territorio de las mujeres”), salir de casa termina significando un nuevo encierro del cual es necesario salir mediante una lucha colectiva. Pero antes de organizar cualquier lucha, está la crisis individual, el miedo, la angustia, la sensación de indefensión y la necesidad de adquirir herramientas para empoderarse y dar respuesta y batalla al acoso. Ese proceso puede ser inentendible para quienes no lo viven con sus propios cuerpos. Tal vez haya sido por eso que en la sala había más de 50 mujeres de distintas edades, jóvenes, adultas mayores, mientras que el género masculino se hacía presente con no más de 15 varones, mayormente veinteañeros, y gays.
Lo que sucedió durante el tiempo que duró aquella charla es un termómetro de la realidad tucumana que estamos atravesando hoy en día. Era notable la necesidad del público de aportar mediante confesiones y reflexiones a la fluidez y riqueza del debate que se iba desarrollando entre tema y tema. Nadie demostraba timidez para intervenir, y eso habla de una charla interactiva exitosa, bien lograda.
La importancia de puntualizar sobre la descripción del público radica en que el evento era abierto y gratuito, como todas las actividades desarrolladas en el “Mujer, Cuerpo, e Independencia”. Si bien las chicas de Acción Respeto venían de jornadas masivas de concientización para alumnos secundarios (consistentes en ciclos de cine y debate en el teatro Orestes Caviglia y en las aulas de las escuelas, con la participación de cerca de 300 adolescentes de 5 instituciones educativas diferentes), a esta charla, en cambio, asistieron quienes pudieron priorizar en su agenda hacerlo; quienes genuinamente considerábamos que para nuestras vidas era significativo estar ahí. La heterosexualidad masculina brilló por su ausencia. Y no se trata de demonizar a un género ni a una orientación sexual. Más bien me parece un llamado de atención que necesita ser puesto sobre la mesa.
“Sí, es para tanto”
Sofía Fares, de Acción Respeto, comentó sobre las subestimaciones en torno a la lucha de su grupo: “¿ustedes a qué se dedican?, ¿denuncian el acoso callejero?, es una exageración eso, si alguien les dice algo es porque son lindas nada más, no es para tanto”. Fundamentar por qué SÍ es para tanto, implicó socializar ciertos datos investigativos. Sobre esta parte, Aldana Ojea expuso que, de acuerdo a las encuestas que el grupo realizó el año pasado a mujeres tucumanas: “el 70% tenía entre 15 y 25 años, el 25% entre 26 y 35 años, y en un porcentaje menor había mujeres de 36 años en adelante. El 99% de las encuestadas aseguraron haber recibido gritos, silbidos y piropos en la calle. En un 50% empiezan a recibir el acoso desde los 15 a 25 años. En un 42% de 6 a 15 años, y en un menor porcentaje de 25 años en adelante. El 86% lo recibe al acoso con frecuencia. Al 96% no les gusta recibir este tipo de acoso. Un 56% dijo que siempre se sentía insegura al caminar sola por la calle, un 44% solo a veces, y un 6% dijo que no se sentía insegura al caminar sola por la calle. Por otro lado, un 99% de mujeres cambió su trayecto de caminata, y un 48% cambió de vestimenta para disminuir el acoso. Un 49% reaccionó frente al acosador, y un 30% de este porcentaje reaccionó con frecuencia. Finalmente, el 78% de las encuestadas consideraba al piropo como una forma de violencia”.
Acción Respeto considera al acoso callejero como una forma de violencia de género que se da de forma encadenada y escalonada. No se basa solo en palabras, sino también en miradas lascivas, besos, silbidos, comentarios, bocinazos, gestos obscenos, jadeos, y en muchos casos, el acoso escala hacia el nivel de manoseo. También se puso en crisis la idea de que es una tradición argentina, y se concluyó que: “no es solo parte de una tradición argentina, va mucho más allá. El problema de esta tradición es que se funda desde un machismo arraigado, que nuestra cultura lo adoptó, lo tomó como propio, y todo lo que nos queda ante eso como mujeres es ¿agachar la cabeza?”.
Llegando al tramo final, la charla se centró en un repaso de las distintas organizaciones contra el acoso callejero a nivel mundial. Empezando por la ONG estadounidense Stop Street Harrasment, que estableció una Semana Internacional Contra el Acoso Callejero. Mencionaron también a Verónica Lemi como fundadora de Acción Respeto en Buenos Aires; a Perú como el primer país de Latinoamérica en haber sancionado una ley contra el acoso sexual callejero; también a algunos proyectos de ley en Bélgica y en la provincia de Buenos Aires; se mostraron y analizaron brevemente algunas campañas y observatorios en Chile, Ecuador, Brasil, Guatemala, y Bolivia.
“Si no piropeo a una mujer desconocida, ¿soy puto?”
Había mucha necesidad de ponerle palabras a esta problemática, y de compartir con el grupo las experiencias personales. Recuerdo haber compartido una discusión familiar en la que se me rebatía agresivamente mi tesitura de que coartarle la libertad de vestimenta a una joven, lejos de cuidarla, significaba un granito de arena para fortalecer la opresión patriarcal. “¿Cuántos años tiene ella?”, me preguntaron, y respondí: “2 añitos, es una bebé”. “Ojalá que cuando tu sobrina tenga nuestras edades, de acá a veinte años, ni Acción Respeto ni ninguna organización de este tipo sea necesario que exista”, me dijo una de las chicas.
Me fui del MUNT pensando en eso. Mientras caminaba hacia la Av. Mate de Luna, me crucé con una chica que iba por la misma vereda que yo, pero en sentido opuesto. No había nadie más que nosotrxs en esa cuadra desolada. Aceleré mi paso para desvanecer su visible tensión. Quizás me podría haber cruzado de vereda, y lo mismo hubiera sido un acto sin fuerza alguna. “Nada de eso sirve si mis microprivilegios permanecen intactos e incuestionados”, pensé, y de pronto cerré los ojos y me imaginé con los labios pintados de rojo, caminando con ella codo a codo, sin miedo, en la misma lucha.