Después de dos semanas de haber presentado mis papeles para mi apostasía en Tucumán, el trámite estaba totalmente paralizado. Decidí llamar para consultar. Me atendió Patricia, la señora que me asesoró y me recibió el trámite. Me acordé de ella, de sus respuestas, de cuando la vi en persona. Su mala onda no era como la empleada pública de Gasalla, sino que tenía una presencia como de catequista mezclada con sacerdote. Esa especie de soberbia con un estilo gentil, una soberbia disfrazada de gentileza en realidad.
Para saldar algún mal retrato que se haya podido deslizar en la parte anterior, quiero aclarar que ella no me impedía el trámite. Pienso que era más como una empleada transmitiendo un mensaje. Como si fuera una operadora de callcenter intentando disuadirte de una baja, pero religiosa. Su deber era rebatirte, obrar de voz de tu conciencia, hacerte sentir que era un error que los dejes, y hacía bien su trabajo. No quisiera que encontráramos en ella un chivo expiatorio. De haber alguno, creo que no debería ser ella. Después de todo, y a fin de cuentas, ella fue el único canal efectivo de comunicación para mí.
Un llamado demorado
Al atenderme el teléfono, se disculpó por la demora, y me pidió que me comunicara directamente con el Tribunal Interdiocesano, que funciona en el mismo predio. Ella sólo había hecho la recepción del trámite, pero quien se encargaba de los asuntos “legales” era ese Tribunal. Me dio el número y me atendió un abogado. Era otro laico, como le dicen a las personas que no están ordenadas pero que ejercen alguna función adentro de la iglesia. El abogado me pidió que intentara llamar nuevamente más tarde para comunicarme con un tal Padre Martín Aversano, que era quien se encargaba de los trámites de “abandono de fe”.
Seguí llamando a lo largo de los días, pero nunca podía dar con el Padre Aversano. Le dejaban notas con mi número de teléfono para que me llamara, pero nunca se contactaba. A las dos semanas se comunica a mi celular Patricia, diciendo que el Padre no me había podido localizar, que yo no le estaba contestando las llamadas. Un poco agitado le respondí que eso era imposible, “Usted tiene mi número, Patricia, y se pudo comunicar conmigo. Es el mismo número que tiene el Padre Aversano”. Me dio la razón, me dijo que iba a insistir y que esté atento al contacto. Pasó otra semana, pero el padre tampoco se comunicó.
Reflexiones en la espera de una apostasía en Tucumán
¿Por qué las vueltas para realizar un trámite que podría efectuarse de una manera simple, sencilla y rápida? ¿Por qué no es posible evitar los malos momentos o los rencores? Creo que esto es un poco difícil para los católicos. El catolicismo trabaja con la culpa, la abnegación y el sacrificio: todas cosas que manejan a rajatabla. Como tienen mucha práctica con eso, lo hacen muy naturalmente.
Pensaba en lo que me dijo Patricia la primera vez que fui: “uno no necesariamente hace este trámite”. Creo que eso tiene que ver con que la doctrina católica considera que una persona una vez bautizada jamás va a poder dejar de ser católica. Así es obvio que como católico, si te ponés a considerar la apostasía como un trámite te parece algo ridículo. Pero la lectura no es tan lineal, es contradictoria para ellos. Lo que les horroriza es la intensión detrás de la apostasía: “¡Cómo podés querer dejar la Iglesia!”, es impensable que uno quiera dejar eso que para ellos es todo. Como desde ahí lo ven, entonces desde ahí te acusan y desde ahí también te intentan retener. Manejan ese concepto un poco borderline de no poder salir nunca de algo a lo que vos ya ingresaste, aunque no haya sido por voluntad propia.
Por un lado es “un papel innecesario” y por el otro estás cometiendo un pecado terrible. Es nada y es todo, porque saben que en lo práctico, en lo terrenal, no es tan cierto eso de que no podés salir. Y lo notás cuando se ponen muy intensos con lo de “nosotros y vos” o “ellos y vos”. Es muy fuerte ver cómo ponen el vacío en el medio con el trámite de “abandono de fe” como le dicen, como algo super doliente: nos estás abandonando. Hasta en el último rescoldo de tratamiento administrativo pueden meterte la culpa.
Concretando una entrevista
Al irse otra semana más, ya sentí que lo que estaba pasando era una gran dilación. Volví a llamar al Tribunal Interdiocesano y me atendió el abogado. Pregunté por el Padre Aversano nuevamente, ya con un poco de hartazgo. Ante la nueva negativa le dije que me parecía ridícula la manera en la que estaban tratando un trámite en el que yo había manifestado por escrito mi voluntad. Que no quería pensar que me estuvieran negando mi apostasía, y que si continuaba esta situación iba a denunciar el caso.
La conversación se puso un poco tensa y el abogado automáticamente me dijo que yo no tenía ninguna capacidad para denunciarlos. Yo sabía que esto no era así, porque a partir de los 15 días ya se puede efectuar la denuncia en la Dirección Nacional de Protección de Datos Personales. Me dijo que todo se tenía que mover de la manera que se movía, que eran así las cosas y me cortó el teléfono. Yo no efectué la denuncia porque tenía la esperanza de que mi insistencia acelere la gestión, y aparentemente así fue. Esa misma noche, alrededor de las 22hs, recibí una llamada desde un número privado.
Se comunicó un laico del Arzobispado que se presentó como Pedro Cocaña y me consultó si yo había iniciado un trámite. La llamada era para concretar una entrevista y dar continuidad al trámite. Le dije mis horarios de disponibilidad y me indicó que se volvería a comunicar conmigo para agendar una cita. Esa llamada sólo pasó una semana después, luego de que yo me comunicara nuevamente con el Tribunal para insistir. Esa misma noche Pedro volvió a comunicarse conmigo y fijamos fecha para el día sábado 27 de marzo. Él me preguntó “dónde”, lo que me pareció extraño, a lo que le pedí no salir del ámbito del Arzobispado. La odisea de confirmar ese encuentro había terminado.
(continuará…)
PARTE 1:
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