Justificar la violencia, estigmatizar y juzgar a las víctimas, mirar para otro lado. Las peores reacciones que destapan en la sociedad los casos de violencia que nos shockean. Una mirada sobre cómo construimos socialmente a una víctima y un victimario en Tucumán, y sobre quiénes dejamos caer el beneficio de la duda.
“¡Eso le pasa por dejar subir al auto a un desconocido!”, “¿Acaso la madre no sabía de los lugares que frecuenta el hijo?… que no se queje”, “¡Aceptar bebida de un extraño! Que se joda”, “Y bueno… seguro fue un teje que salió mal”. Estos son algunos de los comentarios que surgieron en las redes sociales sobre el caso de Nicolás Alejandro Zárate.
Alejandro tomó un taxi a la salida de un boliche gay. El tachero y un cómplice que subió después lo atacaron brutalmente. Abandonado en Los Aguirre, caminó un par de horas hasta que fue asistido por desconocidos y pudo comunicarse con su mamá, Fernanda Portuese, que lo estaba buscando desesperadamente. El caso aún no tiene ningún responsable.
Si bien gran parte de quienes tuvieron acceso a la noticia la compartieron con mucha bronca, aquellos tristes “análisis” y comentarios dejaron mucho que desear. Como casi siempre sucede, el relato de las víctimas es puesto en tela de juicio y el accionar de los atacantes es justificado. En especial cuando son hombres los responsables. Así, el principal culpable de lo que le había sucedido a Nicolás no era el tachero al que se le confió el viaje, ni tampoco su cómplice que de alguna manera logró hacerlo perder el conocimiento. Ninguno de ellos que lo golpearon brutalmente y lo dejaron tirado en un cañaveral dándolo por muerto. Era el mismo Nicolás.
De igual manera en el 2006 el caso de Paulina Lebbos fue noticia, aunque con un final terriblemente diferente. Cuando salió en los medios también se escuchaban comentarios como “era una fiestera, le encantaba la noche, y bueno…”, “Seguro que estaba tomada, por eso le pasó”, “Mirá como se vestía, así no se puede reclamar nada”. También ahí los responsables no eran (y no son, porque la justicia no ha avanzado en el caso) quienes la mataron. Era la misma Paulina.
Cuando las víctimas somos mujeres o maricas, travas o lesbianas, o cualquiera que no sea hombre, blanco, con plata, o “padre de familia”, las circunstancias son relativizadas y se nos hace responsables de aquello que nos han hecho, mientras que nuestros atacantes son justificados con un gran “pero…” y librados de toda culpa.
Paulina y Nicolás no son responsables de lo que les pasó, porque querer divertirse, salir de noche, vestirse como a una se le canta, coquetear o acostarse con alguien, beber alcohol, compartir un taxi o ¡ir a un boliche gay! no son provocaciones y no justifican ni te hacen responsable de lo que hagan los machitos “avivados” o los hijos del poder.
Los responsables son ellos y ellos son los que tienen que rendir cuentas. La Justicia de Tucumán debería apañar menos y apurarse más, así como la empresa Centro Taxi que, como se ha denunciado el pasado martes, tiene varios choferes involucrados en casos similares y todavía no ha aportado ningún dato. No nosotrxs.