Las Lilith. Una breve historia

La llegada de nosotras al feminismo tiene que ver con esa búsqueda que el mito de Lilith representa, una búsqueda común a todas las mujeres: la libertad (esto explica nuestro nombre). Antes de conformarnos como grupo, las vidas particulares de cada una trascurrían entre el malestar y la rebeldía. Al malestar lo sentíamos por las imposiciones, por las limitaciones para la realización personal, ya que había cosas que no debíamos o no podíamos por el simple hecho de ser mujeres, por los prejuicios, las culpas, etc. Al peso del patriarcado lo sentíamos individualmente en cada decisión tomada, pero a la vez nos rebelábamos, lo cual no era fácil porque rebelarse para una mujer significa enfrentarse con la familia, la pareja, los afectos, la condena social y significa, sobre todo, enfrentarse a la culpa arraigada en nuestros cuerpos y nuestras vidas.

En 2004, nuestra conformación grupal fue un aprendizaje colectivo. Nos permitió reconocernos como mujeres enajenadas. A partir de esa toma de conciencia, decidimos emprender un camino nuevo. Buscábamos la visibilización, la desnaturalización y la deconstrucción de las opresiones de género. Esto significó posicionar nuestros cuerpos de manera renovada, mirarnos y expresarnos con otro lenguaje. Además, transformamos todas nuestras relaciones personales y grupales.

La lucha de mujeres desde el feminismo nos parece fundamental. Nos ayuda a visualizar la opresión en la que vivimos y nos ofrece herramientas teóricas para guiar nuestro accionar político. El feminismo impulsa la lucha histórica por la libertad y atiende específicamente la opresión de las mujeres. Pero también transforma todas las relaciones humanas. Cuestiona y ataca el poder patriarcal, que se asienta en los cimientos de nuestra cultura y sociedad.

Así nos encontramos cada una de las que formamos Las Lilith, viniendo de distintos lugares, algunas de otras militancias, otras no, pero compartiendo el malestar y el deseo de potenciar nuestras rebeldías. Conformarnos como grupo y reivindicarnos feministas fue para nosotras acercarnos a lo político desde lo personal, nos permitió hacer consciente que más allá de las experiencias particulares, nuestras vidas como las de todas las mujeres estaban marcadas por la opresión, la misoginia y el machismo, en fin… por el patriarcado.

“Nos reconocemos en las corrientes que viven, sienten y crean un feminismo latinoamericano, mestizo, desobediente, insumiso; autónomo, diverso, alegre, provocador, desafiante; creativo: un feminismo inconveniente.”

Nuestros primeros desafíos consistieron en generar acciones que interpelaran al conservadurismo profundamente arraigado en nuestra provincia. El objetivo era romper el discurso hegemónico instalado desde la iglesia católica, los medios, las instituciones gubernamentales, los partidos políticos y las corporaciones profesionales. Este discurso abordaba las problemáticas que nos afectan. Salimos a la calle usando palabras como aborto, sexualidad, patriarcado, misoginia y femicidio. Realizamos numerosas actividades. Organizamos cine-debate y acciones callejeras. En ellas, utilizamos grafitis, carteles, pintadas, panfletos, pancartas y disfraces. También impartimos talleres sobre violencia, aborto y derechos sexuales y reproductivos. Todo nuestro activismo se orientó a empoderar a las mujeres y nos situábamos en otro lugar al hacer, sentir y decir.

La primera articulación a nivel nacional la iniciamos en el Encuentro Nacional de Mujeres de Mar del Plata en el año 2005, donde acordamos con las compañeras cordobesas “Las histéricas, las mufas y las otras” que nos ayudarían a lanzar en Tucumán la Campaña Nacional por la despenalización y legalización del aborto (nacida entre 2003 y 2004). Ellas nos acompañaron en la calle para juntar firmas y posteriormente hacer una mesa debate donde participaron, además, compañeras de “Católicas por el derecho a decidir” de Córdoba, médicas y psicólogas de Tucumán, entre otras.

La libertad de decidir sobre nuestros cuerpos es central para la autonomía de las mujeres. Es uno de los pilares que sostienen el fundamentalismo y evitan nuestra autodeterminación. Además, integrar una campaña nacional nos ofrecía una perspectiva más amplia. Nos permitía encontrarnos con otras cientos de mujeres. El lema era: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir”.

Ante la necesidad de vincularnos con grupos que compartían nuestras críticas al patriarcado, nos unimos a la colectiva “Feministas Inconvenientes” en 2007. En esa colectiva, convergieron grupos de Buenos Aires, Córdoba, Neuquén, Mar del Plata, Capital y Mendoza. Esta colectiva representaba para nosotras la posibilidad de un diálogo que trascendiera la esfera local. Buscábamos una articulación nacional que fortaleciera las resistencias a todas las formas de opresión. Como decía nuestra manifiesta:

“Nos reconocemos en las corrientes que viven, sienten y crean un feminismo latinoamericano, mestizo, desobediente, insumiso; autónomo, diverso, alegre, provocador, desafiante; creativo…: un feminismo inconveniente, que se propone como parte y aporte a una cultura emancipatoria, que rechaza tanto la normatividad heterosexual como el esencialismo biologicista. Un feminismo rebelde, nacido de los cuerpos históricamente estigmatizados, invisibilizados y/o ilegalizados, por un sistema basado en el disciplinamiento, el control, la domesticación, y el orden que garantiza su propia continuidad y reproducción…”

(puede leerse completo aquí)

Ilustración por Nicolás Bulacio

Con estas compañeras compartimos espacios de debate sobre nuestras actividades y posiciones políticas, intentamos armar propuestas conjuntas, nos encontramos en cada espacio posible. De esta articulación, nos fue posible conocer y compartir con grupos del NOA otras temáticas, como ser ambientales, pueblos originarios, derechos humanos para ir entramando el feminismo en las luchas populares.

Ingresamos a la campaña nacional “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución” por la necesidad de trabajar esta temática. El caso de Marita Verón y la trata de mujeres generaron un fuerte impacto mediático y social. Sentíamos que existía una demanda social sobre esta problemática. La desaparición de cientos de mujeres en nuestro país y provincia, y la existencia de mafias de proxenetas locales, nos impulsaron a las calles.

En octubre de 2008, nos unimos a otras organizaciones feministas tucumanas, como GIMM y CLADEM. Las compañeras de la campaña que vinieron de Buenos Aires, junto a compañeras de AMMAR capital (posteriormente AMAH), se sumaron a nosotras. Realizamos la “1º Jornada de reflexión sobre mujeres en situación de prostitución y trata”. Esto nos permitió introducir el tema en la sociedad y en los medios locales con una perspectiva diferente: la lucha abolicionista.

En la cotidianeidad de las demandas, luchas y relaciones que fuimos estableciendo surge también la necesidad grupal de articular con movimientos sociales y agrupaciones que actuaban en nuestra provincia (Cruzadas, COBA, La Brecha, Frente Popular Darío Santillán, Socorro Rosa, etc.) a los que consideramos que comparten con nosotras la búsqueda de construir prácticas y discursos contrahegemónicos, por fuera de las rígidas estructuras partidarias.

A lo largo de estos años trabajamos siempre en forma horizontal y democrática, de esta manera aprendimos a ir resolviendo nuestras propias contradicciones. A la militancia la sostuvimos con los esfuerzos económicos particulares de cada una, porque Las Lilith nos autofinanciamos, lo que nos garantiza absoluta libertad para hacer y decir.

“Todo nuestro activismo estaba orientado a empoderar a las mujeres y para eso nos colocábamos desde otro lugar al hacer, sentir y decir.”

Como feministas, queremos ser parte de la resistencia a este capitalismo que utiliza al patriarcado para reforzar la desigualdad. Como feministas, nuestro compromiso es con todas las luchas que se propongan transformar la realidad, en este camino nos parece importante deconstruir el poder patriarcal inscripto en nuestros cuerpos y subjetividades para enfrentar las condiciones de opresión que nos impiden decidir y desarrollarnos en todas nuestras potencialidades, que discrimina las opciones sexuales, de clase, de etnia que no se corresponden con el modelo hegemónico heterosexual-racial blanco-occidental, que nos violenta permanentemente.

Herederas de las luchas realizadas por las mujeres de todos los tiempos, seguimos transitando el irreverente camino de las resistencias feministas y como Lilith decimos: “Nosotras, las mujeres, queremos la libertad, no el paraíso” .

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