Gabriel Iturri nació en Yerba Buena, cuando esta era un pequeño poblado, en 1860. Fue estudiante del Colegio Nacional Bartolomé Mitre. Paul Groussac fue su profesor y recordó con desprecio a Gabriel en sus memorias. Le molestaba que este no perdiera la oportunidad de interpretar en los escenarios de las obras escolares a cuanta señorita apareciera en los libretos.
Tan pronto fue inaugurado el ferrocarril en la provincia en 1876, Gabriel decidió marcharse. Su primer destino fue Buenos Aires, en donde estudió cobijado por el entonces presidente tucumano Nicolás Avellaneda. Poco después, de la mano de un sacerdote, obtuvo una beca para estudiar en Lisboa. Al llegar se escapó hacia París, la tierra prometida, donde rápidamente encontró trabajo en una tienda de corbatas.
Ese mismo año conoció al Conde Robert de Montesquiou, quien lo contrató como su “secretario” y lo convirtió en su compañero de vida. Allí ajustó estéticamente su nombre a Gabriel D’Yturri, y su origen pasó a ser Toukouman, poniéndolo a tono con la sonoridad francesa. A través del conde tomó contacto con la intelectualidad parisina. Su relación con Robert se convirtió en inspiración para En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Además, su elocuencia lo llevó a recibir un soneto de Verlaine y múltiples caricaturas y retratos de artistas de la época.
A lo largo de toda su vida en París, mantuvo contacto con su madre a través de una enérgica correspondencia. Pudo volver de visita a su tierra sólo una vez. Entrado 1900, su diabetes -enfermedad mortal en aquel momento- se había agudizado. Gabriel Iturri muere en 1905, y desde entonces descansa en la tumba que el Conde había preparado para los dos, custodiada por dos ángeles. Años después, Robert publicó Doce estaciones de la amistad, un pequeño relato de su vínculo amoroso.
Gabriel y su historia inspiraron a muchas maricas tucumanas. El escritor Juan José Hernández le dedicó su novela inédita Toukouman y menciona su historia en La Ciudad de los Sueños; además de homenajearlo en un poema que lleva su nombre. El historiador Carlos Páez de la Torre (h) se ocupó de su biografía en el libro El argentino de oro. Hasta Manuel Mujica Láinez la tendría en cuenta para su novela El Escarabajo.